Mi relación con el alcohol fue bastante traumática desde que tengo memoria. Escribo “el” y no “el consumo de” a propósito: la palabra alcohol aparentemente englobaba un concepto homogéneo y absoluto en mi mente, casi con entidad propia, etiquetada como el enemigo a evitar (o combatir).
En la adolescencia no quise probar ni medio trago y me solía juntar con el sector del curso que no tomara tanto porque no entendía ese afán por perder la conciencia y hacer pavadas en la noche. Luego, cuando cumplí dieciocho años, le dí sorbitos a diferentes bebidas y decidí que nada me gustaba ni me iba a gustar (?). Y así sucesivamente: la misma idea la apliqué al resto de lo que acostumbramos llamar “drogas”, casi sin ningún tipo de distinción: todo era malo. Así construí y reafirmé casi de manera inconsciente mi identidad como abstemia, que sostuve como convicción durante unos diez años desde la ignorancia, el miedo y el rechazo.
El por qué de semejante alboroto no viene al caso. Me interesa más bien que exploremos una conversación paralela que se salga de las posturas extremas. Y para ello, me parece importante usar el conocimiento y el discernimiento como herramientas fundamentales para tomar decisiones.
En un momento de mi vida se empezaron a desencadenar una serie de sucesos clave para repensar(me). Años después de ese puntapié inicial, un día me mudé sola. Al otro cumplí años. A la semana, estaba sentada en un bar con una limonada en mano y un amigo me preguntó si quería probar su bebida a base de Martini y acepté, movida por una curiosidad que se venía gestando. Me gustó, me dio culpa (¿acaso no era yo abstemia?) y tiempo después en un bar de Colegiales descubrí que eso mismo pero de color rojizo y servido con soda era el famoso ✨vermut✨ que tomaban los abuelos de antes. Y, para sorpresa de literalmente toda persona que me conoció antes de los veintiocho (quien escribe incluída), en el transcurso de unos meses construí una nueva arista identitaria: la de la amante de algo tan vintage y clásico como el vermut bien hecho. La fuerza me acompaña en esta: es una bebida que revivió y se puso de moda entre ciertas juventudes hacia el 2017. Si te interesa, acá estoy mapeando las vermuterías o bares que ya conozco y me gustaron, y las que quiero conocer, y acá, una nota que profundiza sobre esta resurrección vermutera en Argentina (que ya es productora y díganme si las botellas y etiquetas no son realmente hermosas).
(Por suerte tengo amigas que se lo tomaron así y me mandan estas cosas)
Se podría decir entonces que llegué al alcohol con la madurez y que en mi caso no podría haber sido de otra manera (y me alegra de que haya sido así, además). En el medio, leí, investigué, conversé y observé y me pregunté si había manera de encontrar un equilibrio entre consumir un montón y tener problemas para autorregularse (o directamente no saber riesgos y consecuencias asociados al consumo de lo que sea) o elegir la abstinencia total. Varias veces escuché a diferentes amigxs decir: “consumí X cosa, no sé qué era pero estaba re bueno” y esa cierta ignorancia elegida, voluntaria, me molesta mucho (*llora en desesperación*) porque el mundo es demasiado vasto como para no tener un montón de preguntas. ¡¿Cómo no vas a tener la curiosidad suficiente para saber qué es eso que descubriste tan placentero?!
En resumen: hay una manera de encontrar ese equilibrio y tiene que ver con armar una escala de grises a partir de lo que decía antes. Información transformada en conocimiento, aprendizajes a partir de la experiencia y capacidad de discernir.
Sin embargo, si la información no se trabaja como corresponde para que tengamos una conversación seria y dejemos de lado mitos que aprendemos y prejuicios sociales, esta conversación pendiente nunca va a cambiar su status.
Un libro sobre drogas (El Gato y la Caja)
Entre enero y febrero finalmente leí este librazo que compré en el 2020 y que me miró y aguardó paciente en mi biblioteca hasta que pudiera leerlo y procesarlo. Es decir, hasta que alcanzara la madurez suficiente. Pasó a ser un material fundamental que perfectamente podría (debería) trabajarse en la escuela secundaria, pero que también me encantaría que lo leas (a mis amigas que me escucharon mencionar ESE libro recomendado para que tengan más herramientas: ✨es este✨).
Creado y editado por ese proyecto imprescindible que es El Gato y la Caja, Un libro sobre drogas es, en realidad, un libro sobre ciencia, política y la relación entre ellas y las personas. La idea es sencilla pero al mismo tiempo compleja: entablar, a partir de preguntas y conocimientos de especialistas en distintas áreas, una conversación sobre el consumo problemático de sustancias psicoactivas (o sea, drogas. Todas). ¿Qué lugar tienen la moral, las costumbres y la ciencia en la generación e implementación de las leyes? ¿Es la “guerra contra las drogas” una estrategia efectiva? ¿Qué pasaría si el enfoque para el diseño de políticas públicas se hiciera desde la Salud (en lugar de la Seguridad como punto de partida) y contemplando un abordaje de reducción de riesgos y daños en vez del punitivismo como consecuencia?
Esencialmente, ULSD hace una crítica al prohibicionismo como política de estado para abordar el consumo problemático de sustancias psicoactivas.
“Independientemente de las razones morales, religiosas y políticas que contribuyeron a la generación de políticas prohibicionistas, estas se construyeron bajo la creencia de que controlando la oferta de drogas, se controlaría también su demanda, limitando su uso a fines médicos y/o científicos. Evidentemente, esto no ocurrió como se esperaba”.
En el capítulo 2 pueden leer (y aprender) sobre las diferentes sustancias conocidas: vale la pena aprovecharlo porque el conocimiento científico está bajado de una manera súper clara.
Por ejemplo, ante las preguntas “¿qué grado de daños para lxs usuarixs y otrxs representan diferentes sustancias? ¿Cómo medir y estudiar eso?”, recuperan una metodología de análisis de múltiples criterios y elaboraron gráficos interesantísimos como este:
Otro punto importante es el abordaje de la tendencia histórica a investigaciones centradas en los efectos nocivos de las sustancias psicoactivas, mientras se marginaliza y corre a un segundo plano el foco en sus potenciales efectos positivos:
“El desafío pasa por descubrir en qué medida pueden mejorarnos, por ejemplo, en la vida cotidiana, al aumentar la capacidad para apreciar la comida, el arte o la Naturaleza. Es recién ahí, habiendo observado de forma amplia y sin juicios previos, que podemos realmente ponderar los aspectos positivos asociados al consumo de una sustancia psicoactiva respecto de los riesgos reales asociados a ese uso (riesgos que existen y en algunos casos son severos), volviendo siempre a la idea fundamental de que más cantidad y calidad de información nos permiten decidir mejor, tanto en el ámbito privado como en el del Estado (…)”.
(Cap. 4.2)
Es un libro extenso con gran cantidad de información y argumentos, pero lo que me encantó en principio es no solo que están expuestos de manera clara y concisa, citando absolutamente todas las fuentes de consulta, sino también que se propone una democratización de este conocimiento: pueden leer el libro completo gratis acá. En fin, un material súper completo para leer y tener a mano.
Euphoria
Sí, ya sé, ya pasó el furor y la polémica, y por eso vengo ahora, porque además da la ¿casualidad? de que mientras leía ULSD me enganché con esta serie de HBO cuya segunda temporada nos mantuvo a sus espectadores hablando y twitteando durante las 8 semanas del verano pasado.
La versión híper resumida de Euphoria es que es un retrato (escrito por y para millennials en realidad) sobre cómo adolescentes de la generación centennial experimentan con las diferentes drogas que encuentran y también exploran su sexualidad mientras tratan de sobrevivir al mundo que les tocó con adultxs en general ausentes e incapaces de establecer límites.
Para ello, Euphoria se vale de narraciones desde múltiples puntos de vista, flashbacks y tintes de realismo mágico (un género literario que presenta elementos de lo fantástico o irreal insertos y naturalizados en la vida cotidiana). Además, es muy potente e importante el diseño de vestuario, maquillaje y fotografía (que recordemos que son elementos que sirven para contar una historia). Acá cuentan de primera mano un poco más, pero hay un montón de análisis en texto, podcast y videos para explorar.
Pese a las controversias que envolvieron a esta segunda temporada (Sam Levinson, su director y guionista, decidió caprichosamente desconocer por completo a sus propios personajes, abrió lineas argumentales que después tiró por la borda, recortó la presencia de personajes interesantísimos al pelearse con medio elenco, etc) me pareció bastante sólida en general, con momentos altísimos como este a lo largo de la temporada y con grandes actuaciones de Zendaya (Rue), Alexa Demie (Maddy), Maude Apatow (Lexi) y Sydney Sweeney (Cassie) especialmente.
En qué ando
Leyendo:
En este último mes la verdad no logré regalarme todo el tiempo de lectura que me gusta, aunque sí estoy releyendo un libro que amo fuerte. También terminé Soy una tonta por quererte, el primer libro de cuentos de la autora de Las malas, Camila Sosa Villada. Todo lo que escribe esta autora me encanta porque tiene una voz única y súper potente y original, y con esta antología además se consagra como una muy buena cuentista. Los nueve relatos que la componen están habitados por personajes extravagantes y marginados que se rebelan ante las crueldades del mundo, y, como en Las malas, incorpora elementos del realismo mágico para contar sus historias. Me gustaron todos, pero los cuentos que más me resonaron fueron “La noche no pemitira que amanezca”, sobre cómo una prostituta travesti se venga de un grupo desagradable de rugbiers regateadores de tarifa; “Mujer pantalla”, sobre ser una novia de alquiler y el relato homónimo al libro, inspirado en la vida de Billie Holiday.
También acabo de leer este newsletter de Malena Rey para Cenital que recorre la presencia del chocolate en el arte y me parece muy apropiado para hoy, claro.
Escuchando:
El podcast Tan random como la vida misma sobre “encuentros, caídas, vicisitudes, crisis existenciales y la extraña aventura que implica vivir en el siglo XXI”, en palabras de sus autoras de Camila Meriño (@yosoymicaos) y Camila Nobile (@diwalicosmica). Básicamente, son dos amigas hablando de la vida, así que escucharlas es una linda compañía.
Otro que me gustó mucho y escuché casi todo es Comanda, un podcast hecho por el colectivo Mapa de Barmaids y Afines (hermoso proyecto, además) que reune audiorelatos de mujeres en gastronomía y me parece súper inspirador.
Mi episodio favorito lejos es el de Ximena Sáenz porque me voló la cabeza y me interpeló su recorrido profesional. Ximena hoy es una de las cocineras/pasteleras más reconocidas y populares (gracias a haber conducido ese programón que era Cocineros Argentinos en la TV Pública), pero antes de todo eso cuenta en el podcast que fue estudiante de Diseño de Imagen y Sonido en la Fadu (💛) y que después de recibida terminó de darse cuenta de que lo que más disfrutaba era armar el catering de las filmaciones.
📝 Dato para agendar: Ximena acaba de inaugurar Casa Sáenz en Belgrano y por supuesto que me MUERO por ir a almorzar un día y merendar otro. Sólo escucho críticas excelentes sobre su cocina y ambientación así que vayan si pueden 💛.
Mirando: no la terminé todavía, pero empecé a ver CODA (la peli que ganó el Oscar a mejor película) y pinta muy bien. Trata sobre una adolescente nacida y criada en una familia hipoacúsica, en la que ella es aparentemente el nexo comunicacional entre su familia y el resto del mundo mientras busca y construye su propia identidad. Está en Amazon Prime.
Observando:
Fui a la inauguración de Mercurio libros, el nuevo proyecto de Delfina Migueltorena, mejor conocida en redes como @cronicasdesal. Delfi constuyó una de las cuentas de Instagram sobre libros más interesantes y hermosas que conozco, y en todo lo que hace se nota su impronta sensible, inspirada en la naturaleza y lo sutil. Mercurio está pensada como una librería íntima dentro de un showroom de emprendedorxs en Villa Crespo y cada rincón es ✨precioso✨. Hay novedades, libros usados, joyitas encontradas, fanzines y algo más todo curado por Delfina. Además, si la visitan en un día tranqui (cosa que tengo pendiente porque el día que fui estaba -por suerte- explotado de personas), se pueden quedar charlando sobre libros: ¡sus recomendaciones nunca fallan!
Hasta la próxima
¡Hola! ¿Cómo estuvo tu quincena? ¿Y tu finde XXL? Espero que hayas descansado y disfrutado, especialmente de cara a un año poblado de feriados inamovibles que caen sábado o domingo 😐. Yo la verdad es que me moví un montón: creo que necesito un finde igual de largo pero para quedarme puertas adentro (no me quejo igual: nada más lindo que juntarse con gente que querés, conversar, reírse y comer rico para cortar un poco con tanta rutina agobiante).
Termino de escribir esto en plan fiaca total desde mi cama con un mate al lado y la dicha de descubrir que el árbol que veo por la ventana empieza a teñirse de amarillo 💛. Venía postergando esta edición hace un tiempo, y quizás hasta resulte demasiado personal y extraña, pero me parecía importante tirar de esta punta del ovillo que soy yo, que es Fárrago ✨.
Antes de que me olvide: mañana suben The Batman a HBO, ¿adivinen si a pesar de lo que escribí acá voy a verla de nuevo el finde que viene?
Gracias por leer hasta acá, y si sos de las nuevas personas que se suscribieron en estas dos semanas, ¡bienvenidx! ☺️
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¡Espero que tengas una hermosa semana!
Sofi