Anora: la antiprincesa y el lado B del American Dream
Temporada de premios: una guía de pelis
Suena Greatest Day de Take That y estamos en el interior de un club nocturno. Las luces de neón, azules y rojas, iluminan de manera tenue el ambiente. Un paneo de cámara avanza de derecha a izquierda recorriendo la hilera de asientos que apenas pueden contener a varones sedientos, tal vez incómodos o disociados, cada uno con una mujer semidesnuda bailándoles encima. La cámara se desliza por sus siluetas serpentosas y sus meneos de culo y tetas, hasta que se detiene en en una que lo está dando todo. Su pelo es negro y largo, su ropa, casi nula, y su baile, híper sensual. No podemos dejar de mirarla: la pantalla revela el título de la película que empezamos a mirar y algunos créditos iniciales: Anora.
No es la primera vez que el director Sean Baker aborda la realidad de las trabajadoras sexuales en su filmografía: ya lo había hecho con Tangerine (2015), que sigue la vida de dos prostitutas trans. En Anora, estrenada en 2024 y llegada en enero a los cines argentinos, Baker nos presenta a Anora (o Ani, como prefiere que la llamen), una mujer que trabaja en un club nocturno de Brooklyn haciendo bailes (lap dances) para clientes.
Ani es magnética y sabe lo que hace: en el prostíbulo no se la ve jamás sometida al trabajo, sino de alguna manera controlándolo: habla con sus colegas, sale a fumarse un pucho, le reclama un seguro de salud a su jefe. Duerme de día y trabaja de noche.
Una noche le toca atender a un cliente que había pedido a alguien que hablara ruso. Vanya Zakharov resulta ser un pibe apenas mayor de edad, un nenazo hijo de una familia oligarca que se dedica a gastar plata y huir de su familia en Estados Unidos. Vanya queda, para sorpresa de nadie, prendado de Ani y le propone contratarla por fuera del club. Esto se convierte en una propuesta para pasar toda una semana en la que van a Las Vegas y en algún momento aparece una propuesta comercial mayor: casarse.
El primer acto, que parece ser el primero de una comedia romántica y de nuestro cuento de hadas, termina con la llegada de la noticia a oídos de la familia de Vanya y el envío de un grupo de tres “matones” con el objetivo de disolver el matrimonio y llevarse al nenazo (juro que lo ves y no podés parar de pensar en lo tonto que te resulta) de vuelta a Rusia. Uno de ellos, Igor (Yura Borisov), va a adoptar, en los actos subsiguientes, una actitud poco frecuente.
Es curioso el slogan de la película, “a love story”, pero Baker tiene un punto: el cuento de hadas que representa la peli Pretty Woman (aquella en la que Julia Roberts interpreta a una prostituta que se enamora de un príncipe azul y vulnerable y la rescata del trabajo en las calles) es poco realista.
Anora es un retrato del lado B del American Dream: el príncipe azul no existe como tal (más bien todo lo contrario) ni viene a salvar a la protagonista femenina de la deshonra y la pobreza. Ani no es una víctima indefensa, sino que se la retrata como una persona que de alguna manera elige ejercer ese trabajo. Es astuta, independiente, sabe defenderse y negociar su cachet, pero también es, como todas, vulnerable y sabemos que en lo profundo quizás eligió creer en su suerte.
La vemos con la guardia altísima hasta la última escena, en donde algo la quiebra. Leí que hay opiniones divididas sobre el final, tierno y desgarrador en partes iguales pero que no voy a spoilear: a mí me gustó y me parece que es justamente el final lo que cierra el punto de Baker. La vida no se resuelve mágicamente con un golpe de suerte, la noche y el vacío siempre están al acecho. Pero la ternura también.
La película, entonces, la sigue a Ani en tres grandes actos que nos proponen arrancar bien arriba y termina en un punto mucho más bajo que el del principio. Lo más sólido es Mikey Madison, que lleva adelante toda la historia con una variación de registro muy buena (hay comedia, hay drama, hay gritos y llantos, hay dulzura). Los tres rusos que trabajan para el padre de Vanya son espectaculares, uno más gracioso que el otro y el segundo acto es un delirio total.
También me parece importante destacar que la historia no estigmatiza el trabajo sexual en su retrato y eso, comparado con otras películas de esta temporada de premios que erraron de manera grosera en la representación de sectores y clases (ejem, Emilia Pérez), no es para nada menor.
Otro gran acierto es la fotografía de Drew Daniels que ayuda a mostrar ese lado B de New York. La comparación de planos del principio y el final, con una Ani mirando por la ventana dos paisajes completamente distintos (la esperanza, la desolación).
La elección de canciones también es impecable: Greatest Day ya está asociada para siempre con Anora (y cuando apareció una de t.A.T.u casi me caigo del sillón).
En resumen: ¡me encantó! Vayan a verla (o búsquenla por ahí), que no se van a arrepentir.
El dato
Anora tiene 6 nominaciones a los Oscars: película, director, actriz principal, actor de reparto, guion original y edición. Me encantaría especialmente que Mikey gane el suyo, porque se lo recontra merece, pero sospecho que quizás se lo den a Demi Moore por The Substance, a modo de reivindicación.
Hasta la próxima
¡Hola! ¿Cómo estás?
Llegó enero y, con él, arrancó oficialmente la temporada de premios (yanquis). ¿Son importantes? No. ¿Definen qué es bueno y qué no? Ni a palos, pero como te conté el año pasado (y si me seguís en IG), hace 23 años que cubro los Oscars y siempre uso las nominaciones a los SAG y Oscars como referencia para mirar pelis del año anterior que quizás me perdí o que no llegué a ver.
El año pasado hubo pelis excelentes entre las nominaciones, fue un festín para el alma; este año apunta a ser recordado como uno de los más ridículos e insólitos. Todavía no acredito que hayan ignorado por completo a Challengers, mi película favorita del 2024, pero que Emilia Perez tenga 13 nominaciones siendo una cagada. Quienes seguimos esto sabemos que parte del juego es indignarse, así que acá estamos:
(y pronta justicia para Luca Guadagnino)
¡Nos leemos pronto!
Que tengas un lindo día,
Sofi