«Hemos guardado un silencio muy parecido a la estupidez».
Eduardo Galeano - Las venas abiertas de América Latina.
Hola, ¿cómo estás, tanto tiempo?
🇦🇷¡Feliz 25 de mayo! 🇦🇷
Sí, ya sé, hace mucho no recibís una carta mía: tengo dos buenos motivos que explican mi ausencia. El primero es circunstancial: volví a la facultad y casi todo el tiempo que tengo por fuera de mis trabajos lo uso para estudiar. Siempre tengo mucho material para leer, clases para presenciar o ver sus grabaciones (es virtual), cosas para escribir, trabajo de campo para hacer. Además, me estoy adaptando a la revinculación con los estudios universitarios tres años después de haber cursado mis últimos estudios formales y siete de haber cursado en la universidad.
¡Qué difícil es hacer esto trabajando unas nueve horas y teniendo 30 años! Ni yo puedo explicar cómo, en este contexto tan crítico y desalentador en el que cada vez trabajamos más y ganamos menos, logro cursar tres materias, ir entre dos y tres veces por semana a clases y ensayos de danza, trabajar full time (y con un ritmo cruel), tener algún que otro ingreso freelance, buscar nuevos empleos, ir a terapia, mantener un hogar, hacer las compras en días específicos por los reintegros y descuentos, tener algo de vida social, sostener una pareja… ¿Dormir? I don’t know her, amigas. Quizás porque la realidad es tan hostil es que me lleno de cosas por fuera del trabajo que me hagan más o menos feliz.
El segundo motivo de mi ausencia es un poco más profundo y tiene que ver con el ruido. Hace ya bastante tiempo que vengo pensando y hasta diría que batallando con el exceso de contenido, estímulos y horas pasadas en redes sociales. Estoy hace algunos meses escribiendo un texto al respecto, pero hoy me levanté con ganas de escribir estas líneas introductorias. ¿No les pasa que a veces miran lo que narran otras personas (conocidas o no) en redes sociales y siempre creen que sus vidas son en algún punto mejores que la propia? Siempre hay alguien más cool, que tiene pileta en verano, que se va de vacaciones en plena crisis, que tiene (más) tiempo para leer, que sigue yendo a cafecitos, que parece pasarla bomba en su trabajo, que trabajan de hablar de libros o cosas mucho más interesantes. ¿Y no les pasa también que, aunque saben o intuyen cómo operan estos mecanismos y lógicas de las redes sociales -en donde todo es narrado bajo la lámpara de la prosperidad y la idealización y en donde adquirimos con velocidad alarmante el complejo de main character o personaje principal- igual caen en la comparación? Ojalá tu respuesta sea “no”, pero la mía es “sí”.
Pensándolo un poco mejor: ¿será necesario tener una explicación satisfactoria para la no producción de contenido?
La vida es una sucesión de decisiones que tomamos, y yo, quiera admitirlo o no, estoy eligiendo relegar la escritura de Fárrago y cierta producción de contenido en favor de, por ejemplo, la Maestría en Periodismo Narrativo que empecé (básicamente cambio escribir para un proyecto por escribir para otro proyecto) o el newsletter que escribo todos los meses para Feminacida. Mi problema es que no puedo terminar de amigarme con esas elecciones y sufro porque tengo una lista en Notion con varios textos y guiones que me gustaría escribir para el newsletter y para las redes de Fárrago. Suelo quedarme un poco anclada en la fantasía de trabajar menos para dedicarme más a estudiar y producir contenidos, aunque a veces me detengo en estas preguntas: ¿por qué crear contenido? ¿Para qué? ¿Qué es “contenido”?
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Me resulta muy tedioso querer descansar y no poder hacerlo, y al mismo tiempo, estoy harta de las redes y de la sobreexposición, de la vida narrada para un afuera que ni siquiera sabemos bien cuál es.
Vamos a dejar esta puerta abierta para el próximo mes, ¿te parece? Me gustaría ahora enfocarme en este gran día que es hoy: 25 de mayo, el cumpleaños de la revolución que comenzó nuestro proceso emancipatorio. Mis planes para celebrar a mi país tan hermoso y que amo tanto, son, naturalmente, comer guiso de lentejas (no me gusta el locro), pastelitos (por supuesto que tengo mi ranking) y empanadas (si estás cerca, necesito que pruebes especialmente las Pikachu, de @lacocinaempanadascata, son una cosa de otro planeta y creo que no hay año en el que no hable de ellas). Pero, además, quiero que hablemos de dos producciones nacionales que me acompañaron estas últimas semanas.
📚 Algo para leer
«Cuando va muy rápido, al malambo le entregás el corazón, porque tus músculos ya están cansados y entonces es alma y vida, le das todo lo que tenés».
En enero de 2011, Leila Guerriero viajó a Laborde, una ciudad con lógicas de pueblo en Córdoba, para contar la historia de una competencia de malambo. Prestigiosa y secreta, la competencia está atravesada por un pacto tácito: quien es coronado campeón no volverá a presentarse. En Una historia sencilla (2013, Anagrama), Guerriero busca entender por qué esos hombres, hijos de fallas humildes, invierten tiempo y dinero para obtener un título que los corona y los condena al retiro. Sin embargo, al segundo día de competencia vio en escena a Rodolfo González Alcántara y se quedó muda: decidió que esta también sería “una historia difícil. La historia de un hombre común”.
«Acá venís por el honor, no por el dinero. Pero cuando bailás no te queda ni un rincón del cuerpo sin hervir. Lo que sentís es fuego. Yo me iba a una bajada y me ponía a zapatear mirando el río. La fuerza que tiene el río es equivalente a lo que yo sentía mientras zapateaba», narra uno de los bailarines del festival.
Debo decirles que es probable que sea mi libro favorito de Leila: me hechizó al punto de no poder soltarlo, me pareció un ejemplo magistral de cómo narrar la historia de una pasión que no conoce límites y me abrió las puertas a un mundo (el de sus protagonistas) que no conocía. Además, encuentro un punto de contacto con aquello de lo cual soy parte y testigo en el mundillo de la danza irlandesa: más allá de lo evidente (en ambas disciplinas se zapatea), entiendo perfecto esa obsesión, ese fuego que provoca. Lo veo en bailarinas que se propusieron como objetivo llegar a competir en los mundiales de danza irlandesa y la cantidad de sacrificios que aceptan en esa búsqueda constante. Lo veo en la fuerza de mis compañeras (y mía) al golpear el suelo de manera catártica después de un día complicado.
En la maestría nos invitan constantemente a nutrirnos, a observar con detalle, a mirar lo que otras personas solo ven al pasar (o ni siquiera). Leila, por supuesto, es de las mayores exponentes contemporáneas del periodismo narrativo justamente por eso. Tiene algo que a mí me inspira mucho: su ejercicio de observación. «La mirada es dónde vas a poner la cámara. Es un músculo que entrenás», suele decir. Pero también habla de algo que en la maestría trabajamos: evadir el lugar común, el automatismo.
«Un día me especializo en un músico clásico, otro, me interesan dos suicidas de un pueblo del sur; otro día me hago experta en mujeres que hacen venta directa; otro día me interesan los japoneses que cultivan orquídeas. Yo nunca estoy mirando mucho el centro e incluso cuando lo hago elijo personajes periféricos. Rodrigo Fresán dijo que lo que a mí me interesaban eran las personas “mutantes” y captarlas: narrarlas en toda su vida pero hacer hincapié en el momento de su mutación».
Leila se mueve en la periferia y lo sabe: Una historia sencilla es un ejemplo claro de dónde posa su mirada.
🍿 Algo para ver
Una película que descubrí hace unos días me flechó por completo. Se trata de Señora de nadie, escrita y dirigida por, ME PONGO DE PIE, María Luisa Bemberg. En la cinta de 1982, la directora narra la historia de Leonor, una ama de casa que descubre que su esposo la engaña hace años con otras mujeres y decide irse de su hogar (primero a lo de su madre, interpretada por China Zorrilla, y luego a una especie de casa en donde viven su tía y otras ancianas). Leonor inicia así un proceso de independencia que la lleva a un proceso de (re) descubrir su propia identidad: por primera vez consigue un trabajo remunerado, explora su sexualidad y traba amistad con un hombre tan desolado y en búsqueda como ella (un joven Julio Chávez).
«Me propuse tratar modestamente, desde mi rincón del planeta, de modificar esta imagen y poner mujeres autónomas, lúcidas, básicamente mujeres libres, para que de esa manera, las que están en la platea puedan identificarse con mujeres que les sirvan de ejemplo para crecer ellas mismas».
Bemberg fue una directora y guionista argentina aclamada y eternamente reconocida a nivel mundial por su película Camila, un clásico disruptivo de nuestra cinematografía que narró el trágico romance entre Camila O’Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez durante los tiempos rosistas. Si no la viste, ya mismo anotala.
Sin embargo, con el tiempo descubrí que la obra de María Luisa es un reflejo de sus propias necesidades y deseos: si bien cumplió con los mandatos de su época casándose y siendo madre, se divorció muy joven e inició su carrera como cineasta a los 58 años. Siempre reivindicó los derechos de la mujer, y eligió retratar a mujeres rebeldes y deseantes. Abordó temáticas poco habituales como el adulterio y puso en relieve las ansias de emancipación femenina y la confrontación con las instituciones (familia, Estado, iglesia). Además, constituyó un aporte invaluable para la historia de nuestro cine nacional, dado que le abrió las puertas a las mujeres que vinieron luego (Lucrecia Martel, por ejemplo, a quien tengo súper pendiente explorar bien).
Atenti a este datazo 👉 Hasta el 3 de junio el ciclo de cine Vecine Vecine de la plataforma Lumiton realiza de manera online y gratuita uno en homenaje a la aclamada directora y guionista argentina. Las cintas elegidas son una mejor que otra: podés ver todo en este link.
Hasta la próxima
¡Gracias por llegar hasta acá!
Aprovecho para hacerte una consulta a vos, que por algún motivo decidiste suscribirte y leer Fárrago:
Te deseo un hermoso 25 de mayo (acá en Buenos Aires hace mucho frío pero hay sol) y que siempre tengas abrigo y refugio.
¡Nos encontramos en junio!
Un abrazo,
Sofi
Holi! No voté, porque era difícil elegir una opción sobre las otras. Creo que lo que me gusta de tu newsletter es que muestres lo que te gusta, lo que te conmueve, lo que te interesa, eso que te genera algún tipo de emoción. De alguna manera, me hace sentir bien. En algunas oportunidades me engancho más porque me siento reflejada, ya sea en esas cosas que llamaron tu atención y elegís compartir, o en tus inquietudes. Y también, tu honestidad. No sé cuánta gente te lee, pero hay algo de vulnerabilidad en escribir, en mostrarse sin saber qué hay del otro lado. Esa exposición me genera respeto porque más de una vez me hubiera gustado hacerlo pero no me termino de animar. En fin. Entiendo lo del ruido que decís. ¿Quizás es que estamos mirando mucho todo? No me parece que tengas que sentirte obligada a "generar contenido" o a cumplir con una lista de cosas. Creo que este espacio que te habilitaste acá sería bueno que lo vieras como por fuera de las "obligaciones". Vos lo decís, tenés mil cosas en la vida para hacer, para estudiar (felicitaciones :)), para subsistir en esta condición económica terrible =/ Sería lindo quizás que pudieras hacer de este huequito tu refugio.
Cariños ♥