Es martes, el sol contra el asfalto de Saavedra proyecta un calor infernal y estuve todo el día trabajando, pero no importa: en una hora y media voy a estar refugiada en una sala fresca y oscura, mirando con una amiga una película igualmente gélida.
Ir al cine me parece una experiencia religiosa desde la primera vez que lo hice. Entrar en comunión durante un buen rato con una obra, la sensación de ser espectadora y parte de la pantalla al mismo tiempo y olvidarme de que existe un afuera es algo que ni la presencia del mundo entero en mi bolsillo ni la adultez me pudieron quitar. Sigo siendo la misma persona fascinada con este arte, incluso aunque de la pandemia hacia acá ir a ver una peli con otras personas pueda ser un suplicio. No soporto a la gente ordinaria que abre el celular en la sala, que mastican con ruido o se ponen a HABLAR: no entiendo qué les pasa. Pero no es eso lo que me convoca hoy, sino aquello que vi la última vez que, como decía, me refugié en una sala de cine.
Nosferatu es la nueva película de Robert Eggers (The Witch, The Lighthouse, The Northman) y, hasta ahora, su proyecto más ambicioso. Según contó en varias entrevistas, vio la versión original de 1922 dirigida por Friedrich Murnau (una adaptación libre y no oficial de Drácula) a sus 9 años y quedó fascinado. La historia sigue al conde Orlok, un vampiro obsesionado con Ellen, una mujer con la que mantiene una rara conexión sobrenatural que está comprometida con el joven Thomas Hutter. Más adelante volvemos a esto.
El expresionismo alemán en el cine
La película de Murnau es uno de los emblemas del movimiento artístico y cultural llamado expresionismo alemán, que surgió en los años 20. El gobierno alemán, luego de la Primera Guerra Mundial, decidió impulsar el cine nacional como respuesta al avance del estadounidense (y su estereotipación de los alemanes) y es así como financió y permitió el desarrollo de directores como Murnau o Fritz Lang (Metrópolis). Si bien en principio las motivaciones fueron principalmente hacer propaganda germana, el impacto en la historia del cine fue tal que películas como Nosferatu, Metrópolis o El gabinete del Doctor Caligari pasaron a convertirse en clásicos y fuentes de inspiración constante.
Esta corriente estética se caracteriza (en cine, en arquitectura y en pintura) por la deformación o distorsión de la realidad para expresar emociones y sentimientos: lo subjetivo y lo psicológico pasa al frente.
En el cine esto fue posible gracias al uso de iluminación artificial con mucho contraste en claro oscuro, decorados con perspectivas falseadas, maquillaje muy marcado (en estrecha relación con el hecho de que eran películas mudas) y actuación con gestos igualmente exagerados.
Vampiros y erotismo
¿Alguna vez te preguntaste qué representan los vampiros y qué conexión con lo erótico tienen? Su definición los caracteriza como cadáveres que salen a la noche para alimentarse de sangre de humanos vivos. Succionar la sangre a través de una mordida en el cuello (una zona erótica y erógena por excelencia) es una metáfora muy obvia del acto sexual en sí. Pero además, la literatura vampírica (en la que se basan todas las películas) tiene, desde sus inicios, al erotismo como componente principal porque presenta interpretaciones de lo humano.
¿Qué es lo moralmente correcto y “normal” para una época? ¿Qué es aquello que debe permanecer reprimido y/o que pertenece a lo “monstruoso”?
En los vampiros vemos expresada la sed de sangre como pulsión de vida y paralelismo del apetito sexual. De hecho, “apetito” es la palabra que repite Orlok en esta remake de Nosferatu, que traza de manera muy obvia la metáfora entre la posesión espiritual y la sexual.
Orlok está obsesionado con Ellen y hace todo lo posible para que Thomas se aleje. Ella (que en esta versión, ya está casada) trata de evitar su contacto, que se manifiesta en pesadillas terribles, pero no podemos dejar de notar que hay algo que la arrastra y le da curiosidad.
Ellen es retratada como una joven con hambre (sexual) que le ruega a Thomas que se quede y se haga cargo (¿tome posesión?) de lo que le corresponde, en lugar salir de viaje por trabajo apenas después de contraer matrimonio. Él, sin embargo, se nos presenta como un hombre un tanto ingenuo y acomplejado por no ser rico, que adora a su esposa pero no sabe cómo tratarla (igual lo queremos).
No sé si es la película hot que te prometió Twitter, pero sí tiene mucho erotismo pese a ser de terror.
Una fiesta visual e históricamente impecable
A nivel visual, la versión de Eggers de Nosferatu es una cosa alucinante. Tanto desde la composición de los planos, como desde el encuadre, Eggers busca evocar la sensación de estar viendo una pintura del siglo XIX, dado que, en lugar de hacer una remake también expresionista, decidió respetar la corriente estética de 1838: el romanticismo alemán.
El director también se vale de la fotografía, el vestuario y el maquillaje para hacer una película impecable. Jarin Blaschke, el director de fotografía que ya trabajó con Eggers en sus pelis anteriores, contó que usó luces artificiales y espejos para crear las escenas nocturnas e imitar cómo ve el ojo humano la noche (casi sin colores). También recurrió a filtros especiales que eliminaban el rojo y casi todo el verde de la imagen.
Linda Muir, la diseñadora de vestuario, también hizo un trabajo espectacular: el vestuario es una locura.
Para empezar, desde lo histórico es súper correcto. Según Muir, Nosferatu es una película de terror gótico pero también un drama histórico romántico, lo cual le permitió explorar diferentes opciones para personajes de distintos estratos sociales.
El vestuario de Ellen en la primera escena es etéreo y refleja el pasaje de su familia de procedencia rica hacia un matrimonio más austero. Este contraste se marca con la aparición de la pareja de Anna (Emma Corrin) y Harding (Aaron Taylor-Johnson), que usan trajes con textiles más sofisticados y lujosos, no suelen repetir outfit y están más ornamentados para mostrar su opulencia.
En línea con Blaschke, Muir utilizó telas oscuras pero no negras absolutas para que se vieran en pantalla, y lo mismo hizo con lo blanco, que era beige para que no resalte tanto. El lila es un color que también aparece desde el guion como símbolo de la fragilidad y la muerte y Muir lo utilizó para el primer vestido de noche con el que aparece Ellen.
Otro detalle a destacar es el uso de corset adaptado a mujeres de clases sociales que no podían permitirse contar con una doncella que las asistiera. Esta pieza tenía un sistema de atado hacia adelante y Muir lo incorpora a la peli aprovechando una escena en la que se lo ponen a Ellen para controlarla en sus espasmos nocturnos.
Te dejo este video en donde la diseñadora cuenta más detalles sobre su alucinante trabajo.
¿Vale la pena?
Como ya mencioné, a nivel visual me parece impecable. El trabajo actoral tiene lo suyo también: Lily Rose Depp como Ellen me sorprendió porque lleva muy bien la peli y Bill Skarsgard como Orlok me encantó por el trabajo que hace para lograr la voz del vampiro. En general, a la película casi que la podés vivir como si estuvieras dentro de ella (es inevitable sentir olor a putrefacción cuando aparece Orlok) y eso es mérito del director y de todo el equipo técnico a cargo.
Sin embargo, hay cosas que no terminan de estar planteadas de manera sólida: la historia de Ellen y su conexión con lo místico está poco explorada, al igual que la introducción de la tribu con la que se encuentra Thomas y algunas otras cuestiones más.
Me da la impresión de que Eggers pensó más en lo estético que en el guion. Por otro lado, la peli dura dos horas y media y para mí le sobran 30 minutos, como si quisieran estirar el desenlace (que, sin embargo, me gustó mucho y me pareció muy poético).
De todos modos, me encantó y me parece fundamental verla en el cine (todavía quedan funciones nocturnas en cartelera): yo la disfruté un montón y si no le dan el Oscar a mejor vestuario me voy a enojar (la categoría fotografía la tiene peleada con la próxima peli sobre la que voy a escribir).
El dato
Bueno, tres:
Nosferatu no entró entre las 10 nominadas de los Oscars a Mejor Película, pero recibió nominaciones en categorías clave: Mejor Fotografía, Mejor Diseño de Vestuario, Mejor Maquillaje y Peinado y Mejor Diseño de Producción.
Robert Eggers decidió usar para algunas escenas la lengua dacia, un idioma extinto que se hablaba en los siglos VI y VII, antecesor del rumano.
La Nosferatu de 1922 introdujo el concepto de la luz solar como elemento letal para los vampiros. La caracterización del actor Max Schreck (quien interpreta al conde Orlok en la peli original) como una figura alta, demacrada, con largas uñas y orejas puntiagudas marcó el inicio de una representación visual en el cine de vampiros, al menos hasta la llegada del Drácula de Bela Lugosi.
Hasta la próxima
¡Hola! ¿Cómo estás?
Tenía muchas ganas de escribir algo sobre mi experiencia con Nosferatu (a la que fui sin saber mucho más que los comentarios de Twitter y el conocimiento de la original), así que si fuiste de las personas que votaron en la encuesta de la semana pasada después de leer sobre Anora, gracias.
La próxima edición se la va a llevar la primera película que ví este año y la competencia directa en fotografía con esta, así que quedate por acá.
¡Nos leemos pronto!
Que tengas un lindo día,
Sofi