«Irlanda siempre será mi otro país, ni donde elegí vivir ni donde me tocó nacer, sino esa región que me arrastra hacia sí, incluso por motivos que ni yo entreveo»
Leonor Silvestri - Irlandesas, 14 poetas contemporáneas (prólogo).
No es ningún secreto que una de las obsesiones más persistentes y antiguas de mi vida es la cultura irlandesa 🇮🇪. Me han preguntado algunas veces desde cuándo y por qué. No estoy muy segura acerca de la respuesta a los orígenes de esa fascinación total: es probable que sea producto de la fusión entre mi amor por el arte de contar historias (que viene prácticamente desde siempre) y mi descubrimiento de la cultura y tradiciones celtas a los diez años, cuando miré por primera vez El Señor de los Anillos (y luego aproveché unas vacaciones de invierno para leer el libro 1, La comunidad del anillo, gracias al préstamo de la Biblioteca Popular).
Le debo a mi mamá el amor por la literatura y la narración: fue ella la que me llevaba siempre que podía a elegir un libro de cuentos de la mesa de ofertas por $1 en Alfonsina, una librería al sur de Villa Gesell. También la que me leyó incontables veces los clásicos de la literatura infantil antes de dormir y la que improvisaba un juego en el que fingíamos tener un programa de radio e inventábamos segundas y terceras partes de esos cuentos hasta que me vencía el sueño.
El pueblo celta, como sabemos, no fue uno solo: se compone más bien de un conjunto de tribus de diversos orígenes con tradiciones, creencias y lengua en común que se asentaron en una franja muy amplia de Europa. A mí Irlanda me sedujo con su folklore: su literatura repleta de magos, brujas y hechiceras, su música y su historia, pero me cautivó por completo cuando conocí su danza y luego la maestría con la que narran historias. En el adn irlandés se fusionan la construcción de una identidad nacional con la perseverancia para transmitir sus tradiciones y culturas de manera oral a través de generaciones y así también protegerlas de la censura extranjera. Hasta donde sé (porque todavía no viajé a comprobarlo con mis ojos), el pueblo irlandés ama el arte en todas sus formas y lo incorpora a su cotidianidad con una naturalidad envidiable: son excelentes narradores de su propia historia, prácticamente nacen con un instrumento bajo un brazo y tanto quienes tocan como quienes bailan lo hacen como solo lo puede hacer alguien que lleva la música dentro suyo.
A esta altura del año pasado estaba terminando de reunir todos esos fragmentos de mí que aman la cultura irlandesa para reorganizarlos y volver a conectar con algo que había dejado: la danza. Me complace afirmar que, un año después y luego de un gran intervalo, estoy viviendo una segunda etapa de mucho disfrute, diversión y aprendizaje. Si te interesa profundizar, en esta edición del año pasado escribí algo más al respecto e incluí un repaso sobre la historia de la danza irlandesa.
Hoy, 17 de marzo, se celebra el ☘️Día de San Patricio ☘️ en todo el mundo y, en homenaje a esa capacidad narrativa extraordinaria, vengo a compartirte tres ejemplos de literatura irlandesa escrita por mujeres que quiero que todo el mundo lea.
We are the music-makers,
And we are the dreamers of dreams,
Wandering by lone sea-breakers,
And sitting but desolate streams;
World-losers and world-forsakers,
On whom the pale moon gleams:
Yet we are the movers and shakers
Of the world for ever, it seems
Ode - Arthur O’Shaugnhnessy
Narrar lo cotidiano
Claire Keegan, como te conté en varias ediciones, se convirtió en una de mis autoras contemporáneas favoritas. Me fascina cómo narra la vida cotidiana en el campo irlandés y también cómo construye personajes entrañables que pasaron por situaciones complejas, pero para quienes siempre reserva un atisbo de esperanza.
La autora dijo en una entrevista para Eterna Cadencia (editorial que publica sus obras en castellano, traducidas siempre por Jorge Fondebrider) que le interesan los silencios y las cosas no dichas y que va descubriendo la trama a medida que escribe. «No estoy tan interesada en el drama cuando escribo, sino en la tensión. La tensión viene de la pérdida. Sabemos que vamos a perderlo todo al final, así que mientras envejecemos vamos ensayando la pérdida».
En Fárrago ya hablamos de Recorre los campos azules (#21), mi libro de cuentos de Keegan favorito, y Tres luces (#24), una novela narrada desde la perspectiva de una niña.
Hoy me gustaría recomendarte Cosas pequeñas como esas, su segunda novela. Publicada en el 2021, narra la historia de Bill Furlong, un vendedor de carbón que vive en un pequeño pueblo irlandés en 1985 y lleva una vida rutinaria y tranquila junto a su esposa y sus cinco hijas. Un día, mientras entrega un pedido en el convento del pueblo, se involucra en una situación incómoda que lo obliga a enfrentarse a su propia historia y a debatirse entre mirar hacia el costado o hacer lo correcto.
«Últimamente, había comenzado a preguntarse qué importaba, aparte de Eileen y las chicas. Estaba cerca de los cuarenta, pero no sentía que estuviera llegando a ninguna parte o haciendo ningún tipo de progreso y no podía dejar de preguntarse a veces para qué servían los días».
Sin ánimos de spoilear, hay un elemento que, si bien no es central en la historia, sirve como recurso dentro del relato de la crisis existencial de Furlong. Me refiero a las Magdalen laundry institutions o Lavanderías de Magdalena: instituciones dirigidas por monjas y financiadas por la Iglesia Católica en conjunto con el Estado irlandés que operaron entre el siglo XVIII y fines de los años 90. En ellas, se escondía, encarcelaba y esclavizaba a niñas y jóvenes mujeres, muchas de ellas embarazadas y a quienes se les quitaban sus bebés. No se sabe con precisión cuántos miles de niñes murieron en las Lavanderías o fueron ilegalmente adoptados ni la cantidad de víctimas mujeres.
Escrita con esa sutileza y precisión propias de Keegan, Cosas pequeñas como esas me pareció una novela muy conmovedora porque nos presenta un personaje humano y en crisis con el que nos encariñamos y porque incluye parte de la historia nacional en el contexto de la historia narrada.
¿La voz de su generación?
Es momento de que volvamos a hablar de ella: Sally Rooney.
Sally Rooney es una escritora irlandesa que, desde que publicó su novela debut en 2017, Conversations with Friends, y luego alcanzó la fama absoluta con *ME PONGO DE PIE* Normal People, fue elevada al incomodísimo status de “la voz de su generación”. Rooney escribe con mucha facilidad sobre los vínculos y todos sus matices (el amor, la amistad y el sexo y lo que sucede cuando se mezclan entre sí); las personas y sus inseguridades, la comunicación o su ausencia entre vínculos. Sus historias tienen ese factor universal cristalizado en protagonistas intentando descifrar la vida adulta (lo que conocemos como coming-of-age stories) en una sociedad capitalista.
Sin embargo, llamarla “la voz de la generación millennial” me parece algo tan general como vacío: ¿qué significa?, ¿es capaz esa única voz de representar la multiplicidad de personas de una misma generación?, ¿es ser millennial una categoría identitaria válida o siquiera útil en términos sociológicos, políticos, psicológicos?
Por otro lado, creo que lo que más me interesa de la obra de Sally es que aborda temas que me interpelan como sexualidad, vínculos, relaciones modernas, diferencias de clase y poder, capitalismo y mercado de trabajo, problemas de salud mental y familias quebradas y violencia de género. Con mucho ingenio y agudeza, los trata con respeto pero sin edulcorarlos para hacerlos más digeribles. También tiene una gran habilidad para escribir escenas que, a través de construcciones descriptivas muy precisas, transmiten lo que sus personajes sienten en ese momento.
A Sally Rooney, en general, sus lectores la amamos por Normal People, una novela que gira en torno a la historia de amor y desencuentros entre Marianne y Connell, dos adolescentes tardíos que viven en un pequeño pueblo del oeste de Irlanda. Él, hermoso, popular y carismático pero inseguro y algo torpe en el manejo de sus emociones; ella, introvertida y solitaria, filosa e inteligente. Separados por la distancia de sus realidades socioeconómicas (la madre de él trabaja limpiando la casa de la familia de ella), un día Marianne inicia una conversación que desemboca en el descubrimiento de una conexión ineludible. El relato los sigue a partir de ese comienzo durante los siguientes años, en los que se separan y se reúnen: no faltan los momentos clave en los cuales ambos callan lo que quieren decir, dicen lo que no quieren, se desentienden y se desencuentran.
En la serie que lanzó al estrellato a Paul Mescal (conocido también como mi novio de internet y, a mis ojos, sin dudas el segundo varón más hermoso de este planeta) y Daisy Edgar-Jones, las escenas de sexo entre Marianne y Connell son muy verosímiles y genuinamente eróticas: carecen de la artificialidad del porno mainstream o, sin ir a un extremo, de la mayoría de las escenas de sexo que se ven en ficción, pero no dejan de ser gráficas (ambos actores hacen desnudos frontales en más de una ocasión). Su primer encuentro me quedó grabado en la retina porque retrata toda la tensión entre dos personas prácticamente inexpertas que saben lo que va pasar; la escena se construye a partir de diferentes momentos, de manera lenta, con mucha ternura y erotismo. Es muy significativo que se muestre a un Connell que se detiene para ponerse un preservativo, pero también para preguntarle a Marianne si quiere seguir o no y a mí eso, en el 2020, me voló la cabeza. Ita O’Brien fue la, ATENCIÓN, coordinadora de intimidad de la serie y en esta nota se desmenuza cómo trabaja en equipo con directores, actrices y actores. No sé vos, pero yo no recuerdo haber visto jamás algo parecido y definitivamente sentó un precedente.
Normal People me gustó tanto porque es una historia de fascinación mutua, de amistad y de amor pero también de despertar sexual y de lidiar con las propias inseguridades. Me marcó mucho a nivel personal por la etapa que estaba atravesando allá por el 2020 (miré la serie y leí el libro en el mismo abril) y, tanto la novela como la serie me parecen bibliografía obligatoria de la vida.
En 2021, Rooney dio un salto y trajo al mundo Beautiful World, Where Are You?. La historia presenta ahora a personajes que rozan los 30 años (como la propia autora) y pone en el centro a cuatro de ellos: Alice, una escritora de éxito precoz que se obsesiona con su propio ascenso a la fama; Felix, un hombre que trabaja en un almacén y a quien invita a viajar con ella cuando lo conoce; Eileen, la mejor amiga de Alice que trabaja en una editorial y trata de superar una ruptura mientras coquetea con Simon, un amigo de la infancia. Una novela que, si bien no me gustó tanto como las anteriores, me pareció muy entretenida y profunda.
Yo leo todo lo de Rooney en inglés y, si entra en tus posibilidades, te lo súper recomiendo. Caso contrario, todas sus novelas las edita en español Penguin Libros.
* Al cierre de esta edición me enteré de que el 24 de septiembre la editorial Faber & Faber publica Intermezzo, la cuarta novela de Sally Rooney 🤩. En palabras de la editorial, “una exquisita y conmovedora historia sobre duelo, amor y lazos familiares.” *
La sociedad de las poetas olvidadas
«Un país cuyo escudo de armas lleva en el centro, como único emblema, una lira, que desde los tiempos míticos de Orfeo ha sido el instrumento sine qua non de la poesía, requiere toda atención y estima».
Lo último que seleccioné hoy para compartirte es un hallazgo de mi visita a Mandolina Libros, previa a las vacaciones que me tomé en febrero.
Durante el año 2007, la poeta especialista en Literatura Antigua Leonor Silvestri tomó clases de escritura creativa con el poeta irlandés Kevin Higgins en el Galway Arts Centre. De esa experiencia y otras residencias, nació Irlandesas: 14 poetas contemporáneas, una recopilación (bilingüe) y traducción del inglés al castellano del trabajo de diversas poetas irlandesas que publicó la editorial independiente Bajo la luna en 2011.
Este trabajo, que cuenta con obras de autoras cuya existencia me resultaba desconocida (Eva Bourke, Moya Cannon, Rita Ann Higgins, Mary O’Donoghue y varias más) solo lo pudo haber hecho alguien que profesa un amor profundo por la cultura irlandesa, tan marcado como para recorrer pueblos remotos en busca de estas poetas y pedirles que seleccionen de su trabajo aquellos poemas “inmanentemente irlandeses” para acercarle al público argentino. El prólogo creo que hasta incluso me fascinó más que los poemas en sí mismos: es una oda a la cultura y a la fascinación que ejerce sobre quienes amamos a Irlanda. En palabras de Silvestri, este libro es una antología pretende ser un intento por rastrear qué aires respira la poesía hecha por mujeres en ese país.
«Irlanda es uno de los países donde a nivel histórico, político y social, desde tiempos inmemoriales hasta la actualidad, las mujeres han sido preponderantes, ni musas ni esposas de: abundantísimas divinidades y figuras históricas ligadas a la guerra, hasta dos presidentas, una detrás de otra, pasando por toda una tradición popular que las coloca en el centro de las decisiones y apoyo de la vida familiar [...] No considerar la producción literaria de las mujeres de Irlanda es ostensiblemente no querer ver lo que es obvio que está allí».
Los poemas son muy variados: hay mujeres que escriben sobre guerras y aspectos histórico culturales de su patria, otras sobre música y naturaleza, alguna escribe originalmente en gaélico; todo el libro en conjunto me parece una joya para leer y tener en la mesita de luz.
Un plancito extra
Mientras terminaba de escribir esta edición me enteré de que la Embajada de Irlanda y el Cine Gaumont organizan, del 14 al 18 de marzo, un ciclo gratuito de cine irlandés. ¡Todavía quedan dos funciones!
Invertir en cultura es invertir en bienestar.
Hasta la próxima
Holaaaa, ¿cómo estás?
Hoy es un día de celebración para mi 🥳. Mientras te llega esta edición, voy a estar amaneciendo luego de ¡cuatro! presentaciones en The Temple Bar con otra amiga bailarina, mi novio y otros músicos con motivo de los festejos de San Patricio ☘️. A la tarde me voy a hacer cositas con mi escuela de danzas irlandesas en el marco de lo que hasta el año pasado fue el festival Buenos Aires Celebra Irlanda y este año, por recorte presupuestario, se redujo a un desfile.
Por otro lado, debo decir que termino de escribirte estas palabras luego del 8M pasado y estoy entre angustiada, furiosa y conmovida. Fuimos realmente un montón de mujeres las que desbordamos la Plaza del Congreso y alrededores, unidas bajo las mismas consignas. En lo personal, mi energía estuvo de todos modos bajísima ese día, porque todos los días amanezco y encuentro algo nuevo que me dan ganas de despertar de esta pesadilla. ¡Si es una sola cosa en lugar de varias hasta me tengo que considerar agradecida!
Sí, siento que estamos viviendo una pesadilla, en el mundo del revés y eso me preocupa, me fastidia, me enoja y me entristece. Me molesta la gente que no cuida a nuestro país (el suyo propio), tan hermoso, rico, inigualable, el mejor de todos. Me duele muchísimo que quienes están ocupando el gobierno en la actualidad odian el país que eligieron gobernar. Y, realmente, no sé cómo se sale de algo así, pero estoy segura de que a la violencia se le responde luchando y el 8M me dejó también un poquito esperanzada.
Malena Pichot escribió la semana pasada: «Una sola cosa une a los sin alma: el desprecio por las mujeres y las diversidades».
Nos encontramos en la próxima edición de Fárrago.
¡Gracias por leer hasta acá! 🙂 💌
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Si te interesa leer las otras ediciones anteriores de Fárrago, este es el lugar.
¡Que tengas un hermoso día!
Un abrazo,
Sofi